La pintura de Henri Rousseau destaca por un enorme detallismo y sus paisajes oníricos
A finales del siglo XIX haría su aparición el denominado arte naif gracias a los artistas parisinos autodidactas, los cuales carecían de preparación académica y regían su técnica por la intuición y la sensibilidad; entre esos artistas destacó la contribución de Henri Rousseau en este estilo de arte.
Este pintor nació el 21 de mayo de 1844 en Laval (Francia) en el seno de una familia humilde. Lo más curiosos es que antes de dedicarse a la pintura ejerció varios oficios, pues su pasión por la pintura la ejercería de manera formal hasta 1893, cuando tenía 49 años.
Rousseau fue pasante en un despacho de abogados en la ciudad de Angers (de donde fue despedido por robo); soldado de infantería durante cuatro años. En París, se desempeñó como empleado de la Oficina de Recaudación de Arbitrios de ahí proviene el sobrenombre del Aduanero que le puso el poeta y dramaturgo Alfred Jarry.
En cuanto a su estilo, la obra de Rousseau se caracterizó por sus paisajes oníricos y paisajes exóticos con animales salvajes en medio de ambientes selváticos. Las plantas, árboles y demás especies de flora fueron siempre un motivo recurrente en sus cuadros. En consecuencia, resulta muy difícil clasificar su obra dentro de una corriente pictórica.
Cabe señalar que, en sus inicios como pintor lo alabaron sus colegas, pero ignorado o directamente ridiculizado por los críticos. No obstante, su forma de representar los sueños fue reconocida por los surrealistas tiempo después.
Otro dato peculiar es que nunca conoció en persona la selva; todo era producto de su imaginación. Incluso, para lograr una forma más verosímil de los animales solía acudir al zoológico a tomar apuntes o bien los recreaba de álbumes o libros infantiles.
De hecho, Picasso, compró una de sus obras en 1908, Retrato de mujer, y le organizó un homenaje-banquete en su taller del Bateau-Lavoir.El artista francés acudió y saludó al artista español con la famosa frase “Somos los dos mejores pintores de nuestro tiempo, tú (Picasso) en el estilo egipcio y yo en el estilo moderno”.
Entre sus obras más destacadas se encuentran Yo mismo (1890), un autorretrato con paisaje que fue considerado su primera obra maestra, donde se retrata a sí mismo en París, con la torre Eiffel al fondo. También está La guerra (1894) donde refleja la cara más atroz de los conflictos armados.
Asimismo, destaca ¡Sorprendido! (Tigre en una tormenta tropical) (1891), en el que dibuja a un tigre que permanece al acecho en la jungla. En el caso de La gitana dormida (La fiera, aunque salvaje, duda si lanzarse sobre su víctima, profundamente dormida de cansancio) (19897), pintó una escena onírica donde una mujer es presa de una feroz criatura.
Finalmente, añadimos otras imágenes icónicas conocidas en su etapa como el Aduanero. Otro pintor que se inspira en la fauna de una manera distinta es Kevin Paterson, no olvides checar su obra.
