Ser trabajadora sexual, negra y transexual fue el anatema que tuvo que enfrentar Marsha P. Johnson durante toda su vida. También nombrada como la Rosa Parks de los homosexuales, Marsha fue la precursora de la lucha por los derechos civiles de la comunidad LGBT+. Una historia de vida marcada por la segregación, el racismo, el sexismo, la discriminación y la transfobia, cuyo legado nos convierte en ciudadanos privilegiados, pues gracias a su loables convicciones la comunidad gay goza de las garantías y derechos que las leyes actualmente brindan.
No obstante, el camino fue difícil. Una oda por la justicia que cobró la vida de muchas personas homosexuales en la década de los ochenta, noventa y, por absurdo que parezca, en pleno siglo XXI. Sin embargo, la lucha por reivindicar a la comunidad continúa, así como las exigencias de una sociedad más igualitaria. Una colectividad en la que la palabra “orgullo” represente a cabalidad el no avergonzarse del sexo biológico, de la identidad sexual, del rol de género o de las preferencias sexoafectivas.
Marsha P. Johnson nació en New Jersey el 24 de agosto de 1946, y fue la cuarta de seis hermanos. Creció en un hogar católico conservador, por lo que desde pequeña tuvo diferencias marcadas con su familia. Fue por ello que decidió salir de su casa a principios de su adolescencia y buscar su independencia mudándose a Nueva York. En esta ciudad conoció a personas de la comunidad LGBT+ y ahí también comenzó su atracción por el medio del espectáculo. Fue entonces cuando comenzó a ser drag queen.
Tomó el pseudónimo de Black Marshall pero después lo sustituyó por Marsha P. Johnson. Al ser trabajadora sexual adquirió el virus del VIH, una enfermedad que contribuyó en gran medida a la segregación de la comunidad transexual. En consecuencia, los hospitales negaron la atención médica y, en general, la sociedad repudió a todo aquel que fuese portador del virus y homosexual.
A pesar de la adversidad, su círculo más cercano la consideraba una mujer excepcional, pues su carácter afable y su disposición para ayudar a sus semejantes le conferían un halo de humildad y valentía al mismo tiempo. Una película documental sobre su vida y misteriosa muerte que Netflix estrenó en octubre de 2017 recopila una de las frases más poderosas de Marsha: “A mí nadie me hace callar”.
Lo que ocurrió el 28 de junio de 1969 en el pub Stonewall Inn, localizado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, fue el parteaguas de la lucha. Este era un bar controlado por la mafia y frecuentado por gays, lesbianas, drag queens y transexuales en el que se prendió la llama del movimiento LGBT+. Ese día inició una redada policial en la que Marsha y su amiga Silvya, entre otros, enfrentaron a los uniformados. Se dice que Marsha lanzó un vaso hacia un espejo detrás del bar y gritó: “Quiero mis derechos civiles”.
Posterior a ese acontecimiento comenzaron las protestas en las calles, y el movimiento de la liberación gay que exigió el cumplimiento de los derechos civiles, el matrimonio igualitario y las leyes para prevenir la discriminación. Tres pilares importantes que jamás volverían a ser ignorados por los poderes gubernamentales. Un año después, en 1970, Marsha fue una de las caras visibles de la primera marcha por el orgullo y la liberación homosexual.
“No era nadie, nadie, hasta que me convertí en drag queen. Eso es lo que me hizo en Nueva York, eso es lo que me hizo en Nueva Jersey, eso es lo que me hizo en el mundo”, dijo en una entrevista Marsha P. Johnson. Después de los incidentes en Stonewall, Johnson y su amiga Sylvia Rivera cofundaron Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR) y se comprometieron a ayudar a los jóvenes transgénero sin hogar.
Tras una vida de activismo, Marsha P. Johnson fue encontrada muerta en el río Hudson, cerca del muelle de West Village, el 6 de julio de 1992. Tenía 46 años. La policía cerró el caso como suicidio y negó a la familia la posibilidad de ver el cuerpo. Ellos, junto a miembros del movimiento LGTB+, realizaron numerosas manifestaciones para que se investigara a fondo lo ocurrido.
No obstante, la policía no quiso revelar los detalles de la autopsia, lo cual hace muy sospechoso este caso pues, según se supo, numerosos moretones ataviaban su cuerpo. Finalmente, en 2015 empezó a funcionar el Instituto Marsha P. Johnson, cuya misión es defender y proteger los derechos de las comunidades transgénero, como reconocimiento a la lucha pacífica y a la solidaridad que Marsha siempre mostró con los más desfavorecidos y vulnerables dentro del colectivo LGTB+.
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