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La identidad de Escif se mantiene resguardada desde hace más de 20 años
Fue a finales de los años 90 cuando las calles de Valencia se revistieron de pequeños murales minimalistas que, a primera vista, intentaban comunicarnos algo; ahí comenzó la labor de Escif.
La protesta, la sátira y los mensajes subversivos comenzaron a invadir las calles valencianas. Las imágenes no tienen significado hasta que el propio espectador construye su propia visión a partir de la observación y la inferencia. En este sentido, el artista se convierte en una herramienta anónima de la idea.
A simple vista podríamos argüir que se tratan de piezas simples; dibujos sin un alto grado de elaboración. Sin embargo, se trata de una estética mínima, pero poderosa; trazos suaves pero con una crítica recalcitrante al sistema y a los agentes externos que corrompen a las sociedades.
Replanteando el arte urbano como una lectura de subversión política
Pensar en Escif es sinónimo de activismo hecho arte, mediante el cual pone sobre la mesa temas de interés social, como el capitalismo, la política, la economía y la inminente dependencia a la tecnología, entre otros temas. Lo más interesante es que hay elementos que hacen reconocibles la piezas del español.
Por ejemplo, los agujeros negros, paredes, objetos que parecieran caer del cielo; personas en situaciones de desigualdad, etc. En otras palabras, la obra de Escif crea, en primera instancia, conceptos poderosos; la estética se convierte en un elemento complementario, pero no lo es todo.
A pesar de que lo llaman el Banksy de Valencia, el artista nunca buscó el reconocimiento ni la fama personal. En consecuencia, su trabajo de delimita a crear arte de conciencia, una válvula de escape que de voz a fenómenos como como el caso Gürtel, la Primavera Valenciana o los recortes económicos en su país.
En conclusión, entender la obra del artista es un ejercicio de autocrítica que busca replantear nuestros valores éticos en la sociedad. Una rebeldía pictórica comprometida con los hechos sociales, políticos económicos y mediáticos. Un eco que resuena en Londres, México, Berlín, Miami y otros países en los que dejó su obra.
“No nos engañemos, el graffiti no es un fenómeno agradable para el sistema, por mucho que se intente consensuar que es el arte de la calle. El graffiti es un grito en el aire, codificado, que el sistema no consigue entender y es precisamente por esto por lo que lo teme”, asegura.
Finalmente, la invitación se extiende para conocer más acerca de su crítica social a través del arte urbano en su página web oficial.
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