La artista argentina Hyuro nos deja en cada mural universos poblados por mujeres poderosas
La escena del street art se encuentra de luto pues la mañana del 19 de noviembre falleció la muralista argentina Tamara Djurovic, mejor conocida como Hyuro. Ella fue de las pocas artistas femeninas que consiguió un lugar a nivel internacional gracias a su destacado trabajo en el arte urbano.
Un lugar ganado a pulso en una disciplina dominada por el género masculino. De ahí que sus piezas sean el reflejo de su perspectiva como mujer en un ámbito artístico-social. En sus murales encontramos mujeres invisibles, trabajadoras, amas de casa, madres que luchan cada día y que Hyuro visibiliza con su arte personal e íntimo.
Recordamos a manera de homenaje su trayectoria pues a lo largo de los últimos 10 años la artista recorrió medio mundo dejando huella en cada muro que intervino, fuese para festivales, comisiones o exposiciones. Hyuro siempre trabajó en sintonía con los múltiples contextos y momentos históricos en los que se encontró.
Asimismo, gran parte de su vida y obra la desarrolló en Valencia, ciudad que tomó como su lienzo predilecto. Una narradora de historias y activista al mismo tiempo, ya que nos habla, a través de sus murales, del patriarcado, de la libertad, de la lucha por la supervivencia, de la inmigración y de los conflictos que más aquejan a la sociedad.
Una característica peculiar en su estilo es que algunos de sus personajes no tienen rostros, solo siluetas, vestidos, figuras desfiguradas; o bien presentan fisonomías idénticas. Quizá se trate de un recurso para que el espectador se apropie de dichas historias, les ponga rostro y empatice con el mensaje que busca transmitir.
Hyuro solía usar colores suaves, casi pálidos que capturan la delicadeza de sus sujetos pintados. Dibuja ropa, situaciones u objetos que recuerdan momentos –épocas o incluso siglos– cuando las mujeres solo se percibían como amas de casa.
Entre sus obras más destacadas se encuentra su proyecto que celebró el Día de Internacional de la Mujer Trabajadora con el que rindió homenaje al trabajo de las amas de casa y su escaso reconocimiento social con un mural llamado ‘La mujer invisible’. Desde entonces los 24 dibujos que componen la serie (uno por cada momento de la jornada laboral) decoran el pasillo de la madrileña estación de metro Nuñez de Balboa.
También destaca uno de sus homenajes a Janes Jacobs que pintó en 2019 en el barrio del Cabañal; también su participación en el proyecto Sense Murs, en el barrio de la Punta en el que plasmó la figura defendiendo la huerta con tomates; así como su intervención en la fachada del edificio de La
Base, en la Marina, donde realizó una de sus conocidas escenas de multitudes.
El famoso graffitero Escif la describe así: «Su trabajo es íntimo y muy personal; su universo, inquietante y seductor. Su lenguaje es sincero y cercano. Su cabeza son sus manos y su pintura es un regalo para las calles de la ciudad».
El trabajo de Hyuro fue un trabajo íntimo y muy personal. Su universo es inquietante y seductor. Su lenguaje es sincero y cercano a las minorías. Su mente fungió como las manos creadoras y su pintura un regalo para las calles de la ciudad. Asimismo, nos regaló mujeres luchadoras que conforman un discurso reivindicativo, político y con perspectiva de género.
A su paso por este mundo nos deja un legado invaluable como ser humano, reflejado en cada uno de sus murales; abogando por las causas en las que pocas veces fijamos nuestra atención e interés. Por esa rabia cautiva que emanaba con cada brocha, con cada trazo, con cada forma: el arte transformado en disidencia.
Tamara Djurovic se fue. Se la llevó la vida y la trascendencia de la muerte. Después de un año esquivando la enfermedad, se despidió como ella quiso hacerlo: en su casa; con su música; en paz y tranquilidad; acompañada por sus hijos y seres queridos. Descanse en paz.